domingo, 19 de mayo de 2013

Impacto de las fumigaciones: Prevenir antes que curar

Mientras el Concejo Deliberante analiza las modificaciones a incorporar en la ordenanza que regulará el uso de los agroquímicos en Mar del Plata, vecinos y médicos se preguntan qué se está priorizando: ¿Economía o salud? ¿Son realmente suficientes 25 metros de distancia para resguardar a la población?

Ni Gustavo, ni su mujer Cristina, ni su hijo Gastón recuerdan, prácticamente, lo que es vivir tranquilos. Paradójicamente, y aunque su casa se encuentre lejos del barullo de Mar del Plata, él y su familia viven en alerta, pendientes de todo; de un aroma extraño, de un movimiento sospechoso y, sobre todo, de algún síntoma que llame la atención.

Desde hace casi veinte años, la familia Pizani vive en el barrio Santa Isabel. También, y desde hace más de una década, los vecinos del lugar ubicado a la vera de la Ruta 11, en el camino hacia Chapadmalal, experimentan los efectos directos de las fumigaciones, en carne propia; primero, fue una congestión nasal, después la hinchazón en los ojos. Para algunos, afortunadamente, las consecuencias no fueron más allá de una molestia, para otros -como Gustavo, Cristina y Gastón- los cambios resultaron irreversibles.

En Mar del Plata, en la actualidad, el impacto real de los agroquímicos en la salud todavía no es calculable. Y, según dicen los profesionales, eso es algo positivo. “La realidad es que hoy no tengo estadísticas sobre los efectos a largo plazo, que son los más graves, pero no quiero tenerlas, simplemente porque eso implicaría que el daño ya está hecho”. Con esta frase, la médica especialista,María del Carmen Martín sintetizó el momento que atraviesa la ciudad y, si bien aclaró que la situación no es crítica, no se acobardó al advertir: “Si no cambian las cosas, Mar del Plata va camino a ser un pueblo fumigado”.

Carmen Martín es pediatra y actualmente desarrolla tareas en la sala de salud municipal de Batán, tras trabajar varios años en la unidad de La Peregrina, lugar en el que se topó con esta problemática, que conoce bastante bien. Por eso, habló largo y tendido sobre el tema con El Atlántico.

“Con el tema de las intoxicaciones por agrotóxicos hay un problema gravísimo que tiene que ver con que existe un subregistro, porque más de la mitad de las personas que se intoxican no consultan”, dijoMartín, en relación a la falta de estadísticas, algo que pudo corroborar este medio cuando intentó acceder a esa información. Sobre eso, la mujer agregó que las razones por las que estas situaciones no llegan al sistema de salud (y por lo tanto no son registradas) tienen que ver con “imposibilidad, desconocimiento o exposición prolongada por trabajo”.

En detalle, existen dos tipos de intoxicaciones por plaguicidas: las agudas y las crónicas. Las primeras (las calculables) son, por ejemplo, las quemaduras o afecciones respiratorias. Las segundas, tienen que ver con los efectos a largo plazo y van desde el cáncer hasta las malformaciones. El problema radica, justamente, en que estas intoxicaciones pasan desapercibidas, porque “los médicos no las asocian con lo que las originó, por lo que no se las vincula y no se puede calcular cuántas hay o si aumentan o disminuyen”.

Y esto, según manifestó Martín, no responde a falta de voluntad, sino a falta de información y capacitación. “Los médicos no estamos formados desde el vamos en este tema de relacionar alguna enfermedad con la exposición a los agrotóxicos. Y por supuesto, es muy difícil implementar un hábito en cualquier profesión, no es de un día para el otro”, admitió la especialista, que también se refirió a cómo se topó con esta problemática.

“Nosotros, en verdad, empezamos a conocer acerca del tema porque se nos cayó encima”, afirmó la pediatra, quien comentó que en 2008, los trabajadores de las salas de salud más cercanas a la periferia y al cordón frutihortícola de la ciudad comenzaron a darse cuenta “de que había más cantidad de intoxicaciones agudas”.

Ante esta situación, y como consecuencia de la preocupación manifiesta de los profesionales, la Secretaría de Salud comenzó a trabajar en un sistema de estadísticas para registrar aquellos cuadros que puedan tener relación con los agroquímicos. Sin embargo, este esquema solo contempla las intoxicaciones agudas, y no así las crónicas. “Esto depende mucho de la voluntad y el compromiso del profesional, porque si no se dejan asentados los casos y no se le consulta al paciente, la intoxicación crónica por agroquímicos no existe”, precisó Martín.

En relación a este registro, desde la Secretaría de Salud local especificaron que actualmente el Municipio lleva adelante dos programas relacionados con esta problemática. El primero es el de “Salud y agroquímicos”, una acción que tiene como propósito contribuir a la disminución de intoxicaciones, a través de estrategias de prevención y promoción de la salud, efectivizadas por medio de la capacitación de los profesionales que desarrollan tareas en los Centros de Asistencia Primaria de la Salud (en especial en aquellos cercanos a zonas rurales, como La Peregrina, Batán, 2 de Abril, Estación Camet o Colonia Barragán).

El segundo, creado recientemente, en 2012, tiene que ver con el “Muestreo y control de residuos de contaminantes químicos y biológicos en productos frutihortícolas frescos”. Esta acción esta orientada al control en tiempo real de la calidad de las frutas y verduras que consumen los marplatenses, “en cuanto a la presencia en valores inadecuados de fitosanitarios u otras sustancias”.

MÁS QUE UN TESTIMONIO

Más allá de los anuncios y de la voluntad expresa, en la práctica, pareciera que las acciones de protección de la salud y de sistematización de datos por agroquímicos no son la regla en la región. En verdad, y según dejaron en claro los vecinos de Santa Isabel, son la excepción.

“Hace algunos años, cuando tuve quemaduras en la piel, después de que me revisó el médico forense, un dermatólogo del Interzonal me dijo: ‘Amigo, no le queda otra que mudarse’”, contó Gustavo, indignado por la falta de respuestas y de contención. Es que, esta no fue la primera vez que su familia vivió una situación de ese tipo.

Si ir más lejos, cuando su mujer se acercó a la sala de salud del barrio por problemas respiratorios, la contestación de los médicos estuvo cargada de evasivas y de imprecisiones. Por eso, también, la bronca.

“Esas no pueden ser las respuestas de los profesionales, es una locura. Ellos saben lo que pasa, pero no se quieren hacer cargo y decirlo, porque hay muchos intereses y mucha presión, eso también me lo dijeron desde la Comuna”, aseguró el encargado de esta familia que, como consecuencia de las fumigaciones, no solo perdió calidad en salud sino que también se vio afectada económicamente, porque Cristina tuvo que dejar uno de sus trabajos.

“Lo primero que empecé a sentir fue picazón en los ojos y la nariz, y después me atacaron los bronquios, dolor de cabeza, mareos; el resultado, ahora tengo asma crónico, deficiencias hepáticas, una obstrucción en el pulmón y un problema cardíaco, previo pero agravado”, repasó la mujer que, con menos de sesenta años, asegura vivir el día a día con “fatiga, decaimiento, cansancio, sin ganas, muy dolorida”.

En estos tiempos, Cristina mantiene uno de sus trabajos, pero lleva adelante su rutina con muchas dificultades. “Camino las ocho cuadras desde la parada de colectivo y tengo que parar, porque me agito todo el tiempo”, comentó, y luego recordó cuál fue su peor momento. “El año pasado estuve muy mal, la primera vez me llevaron a la salita de salud del barrio; ahí me nebulizaron y me dijeron que tenía que hacer reposo, que era una gripe o un broncoespasmo; después me llevaron a Miramar, porque no daba más. Ahí me dieron dos decadrón porque tenía los bronquios muy cerrados, y me nebulizaron tres veces”, indicó, con las sensaciones de aquel pasado, totalmente presentes.

Después, las cosas empeoraron. Cristina no podía siquiera dormir por los dolores y tuvo que volver, pero esta vez al hospital. Si bien lo primero que hizo fue contarles a los médicos acerca del uso del agroquímicos en la zona, no tuvo ni contención ni respuestas, una vez más. Le dieron más medicación, pero el cuadro no mejoraba. Ahí fue cuando la familia Pizani decidió consultar con un especialista de otra rama, un homeópata.

“Estuve diez días tirada en la cama sin ganas de nada, lo único que quería hacer era dormir, no tenía hambre así que no comía y no tenía fuerza, tosía y lloraba de la impotencia. El dolor en la espalda era como si me pincharan, parecía que tenía fuego”, graficó esta madre de familia, que aseguró que solo encontró alivio de la mano de un cóctel de medicación natural “que es lo que hoy tengo que tomar para vivir”, según afirmó.

Recién cuando lograron estabilizarla, los profesionales finalmente le hicieron a la familia los análisis de agrotóxicos y el resultado fue contundente, aunque esperable: todos tenían agroquímicos en sangre. “Me dijeron que tendría que haber venido en el primer momento, pero en la salita, la primera vez que fui, yo les hice el comentario y la verdad es que no me dieron bola”, completó Cristina.

A FAVOR O EN CONTRA, ¿PERO DE QUÉ?

En la actualidad, existen miles de estudios e investigaciones científicas a nivel mundial que dan cuenta acerca del peligro que implica el uso de agroquímicos sin limitaciones en la salud humana. Las imágenes, los testimonios y las palabras de los médicos son contundentes y erizan la piel. A pesar de que se habla de cáncer, de trastornos gastrointestinales, de diabetes, de enfermedades del corazón, de depresión, de autismo, de infertilidad, de alzhéimer, de retrasos mentales, de asma, de insuficiencia renal, de malformaciones congénitas y de abortos espontáneos, todavía, muchos creen que el reclamo de los vecinos “es un capricho” o un “empecinamiento”.

“Yo creo que el trabajo y el compromiso de los ‘vecinos fumigados’ es para sacarse el sombrero. No me parece que sean cuatro locos que tienen ganas de ponerse en contra de nadie”, indicó al respectoMaría del Carmen Martín, quien defendió no solo la labor de los vecinos, sino también de los médicos comprometidos. “Tampoco me parece que los médicos que trabajamos en esto estemos en contra de alguien. Nosotros no estamos en contra de que los productores ganen en su trabajo, pero si se puede cambiar un poco el modelo, y ganar un poco menos pero hacer menos daño, es algo para pensar”, entendió la profesional.

Igualmente, la especialista en pediatría no “demonizó” a ninguna de las partes, sino que pidió “mesura” a la hora de analizar cambios en la regulación. “Los productores no son gente mala que se dedica a hacer daño, sabemos que es un negocio, pero habría que ver cuáles son los límites”, sostuvo, y luego completó: “Lo que no puedo aceptar es que me digan que me van a poder fumigar a 25 metros de mi casa, porque eso sí es una locura y se atenta contra la salud de la población”.

CLASIFICACIÓN EN DUDA

Si hay algo en lo que varios de los especialistas a nivel mundial coinciden, es en que la raíz de muchas de las disputas por el uso de agroquímicos se encuentra en la determinación global de cuán dañinos son los productos.

Es que la clasificación oficial se basa exclusivamente en el concepto de Dosis Letal 50%, que es la cantidad de una sustancia o radiación que resulta mortal para la mitad de un conjunto de animales de prueba. Pero, lo que se deja de lado, son los efectos crónicos.

“Quien ha hecho esta clasificación, se olvida de los efectos a largo plazo. Por eso se dice que la misma es mentirosa en sí misma, porque por ejemplo el glifosato -que es banda verde según esta la regla y eso quiere decir que “normalmente no ofrece peligro”- te puede producir un aborto o malformaciones, ‘a largo plazo’. Entonces, ¿realmente no ofrece peligro?”, se preguntó la médica consultada, quien rápidamente respondió: “Lo que pasa es que quienes fabrican los agroquímicos tienen que vender, no te van a poner en la etiqueta los efectos crónicos”.

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