domingo, 26 de mayo de 2013

Informe especial: A 44 años del Cordobazo, transcribimos una de las crónicas que mas trascendencia histórica ha tenido hasta la fecha, por Carlos M. Echagüe, del Centro Editor de América Latina.

El historiador Carlos M. Echagüe nos ofrece una de las investigaciones históricas mas
acertada sobre lo que fue el Cordobazo, ésta nota se realizó para el libro "Las grandes Huelgas", perteneciente a la colección "La Historia Popular: Vida y milagros de nuestro Pueblo", volúmen n° 31 publicado por el Centro Editor de América Latina en 1971.

"A partir del golpe de estado de junio de 1966, comenzó para los trabajadores argentinos una etapa de pasividad, que se rompe con la huelga petrolera de 1968, la situación creada a principios de 1969,con la derogación del sábado inglés en el interior del país, unida a los suceso estudiantiles de Corrientes y Rosario, desencadenó, principalmente en Córdoba vastos movimientos.

El 14 de mayo a las 15 horas, los trabajadores de IKA-Renault abandonaron el trabajo para concurrir masivamente a una asamblea de SMATA en el Córdoba Sport Club. La policía del gobernador Caballero prohibió el acto. Los obreros desconocieron la orden policial. Pese a los piquetes de Caballería y del cuerpo de Infantería los trabajadores colmaron las instalaciones y se apiñaron también en la cuadra del club.

En la asamblea, Elpidio Torres llamó a resistir el decreto, pero centrando su ataque contra la
política económica de Krieger Vasena. Golpeando contra éste, había que empujar al gobierno a realizar la “auténtica revolución nacional”. El llamado a la resistencia fue reogido, pero los obreros lo entendían como una pelea contra el gobierno en su conjunto, no limitada a uno de sus ministros. El estado de ánimo explosivo se tradujo de inmediato: a la salida, se generalizó un enfrentamiento que abarcó gran parte del centro de la capital mediterránea contra la policía. Hubo ómnibus volcados e incendiados. La policía tiró gases, disparó al aire y detuvo veinte obreros. Este hecho incendió la indignación colectiva de los sectores populares. Torres tuvo que declarar un paro de 48 horas. Ese mismo día la represión contra el estudiantado en Corrientes cuesta la vida de Cabral. La respuesta al asesinato significó una oleada nacional de combate estudiantil contra el gobierno militar, que convergió con el alza de la lucha obrera en Córdoba e incidió en gran medida en el estallido de ese polvorín de descontento popular que se había acumulado bajo los pies del gobierno.

El 16, se realiza un paro general en Córdoba, convocado por ambas CGT,(la de Azopardo y la de Paseo Colón). Se trató de un paro total, unánime, cuyo éxito impulsó a los obreros a agitar la necesidad de un paro nacional para el 30 de mayo. Esta exigencia fue recogida en todo el país.

Al llamado de la Coordinadora de las CGT de Córdoba se sumó la regional rosarina.

Por su parte, varios sacerdotes post-conciliadores, encabezados por Milan Viscovich, organizaron el 19 de mayo una misa por los estudiantes asesinados ( a los hechos de Corrientes, se sumaron enseguida los de rosario), a cuyo término hubo un nuevo enfrentamiento violento con las fuerzas represivas en Colón y General Paz. El 21 de mayo, los alumnos de la Universidad Católica aprobaron un paro por 48 horas, en repudio a los asesinatos de estudiantes de Corrientes y Rosario y enviaron un telegrama al Ministro del Interior, Dr. Borda, en el que decían: “No conformistas decidimos paro por 48 horas. Ni extremistas ni agitadores. Sólo 3000 estudiantes de la Universidad Católica que adoptan compromiso activo por la liberación”. En esos mismos días sesionaba el Congreso de Unión Obrera Metalúrgica en Mar del Plata. En su discurso de clausura, Vandor reiteraba sus ataques contra la política económica “liberal” de Krieger Vasena, silenciando toda referencia a la política general del gobierno.

El 22, el gobierno decreta “zona de emergencia” en Rosario. En Córdoba el arzobispo Primatesta hace un llamado a “mantener la paz y la concordia”. Las cámaras patronales en solicitadas publicadas el 23, simultaneámente en Córdoba y Buenos Aires, exigen al gobierno que adopte “medidas severas para proteger la propiedad privada”.

La oposición burguesa también se hace oír esos días. La UCRP exige al gobierno el respeto de las libertades públicas y el llamado a elecciones para evitar una revolución de “consecuencias imprevisibles”. El delegado de Perón, Paladino, plantea que Onganía debe desprenderse del equipo económico hacia la “ auténtica Revolución Nacional”.

El día 23, a la finalización de un acto estudiantil efectuado en la CGT de los Argentinos, se organiza una manifestación que es violentamente reprimida. Los estudiantes se repliegan hacia el tradicional Barrio Clínicas, y se hacen fuertes allí. Durante toda la noche dominan más de 20 manzanas, impidiendo el acceso de la policía. Se forman barricadas, se corta la luz, desde los techos, estudiantes allí apostados arrojan piedras y bombas incendiarias(“molotov”). Para coordinar sus acciones se valen de los instrumentos más inverosímiles, como los famosos tambores, cuyos sonidos permiten enviar mensajes, pedir abastecimiento de armas, identificar a la gente que entra al barrio, etc. Estas formas habrían de popularizarse en las jornadas del 29 y 30.

En las grandes plantas fabriles reina gran agitación. El 26, Agustín Tosco, en la reunión de
secretarios generales de la CGT de Paseo Colón regional, propone que previo al paro nacional del 30, los trabajadores cordobeses realicen un paro activo el día 29, con abandono de tareas a las 11 horas y marcha de columnas obreras hacia el centro. Las corrientes, aún hegemónicas en ese entonces en el movimiento obrero cordobés, que se inscribían en la línea de Ongaro, fueron desbordadas por las bases. El 28, al salir del despacho de Onganía,
Caballero declaró a los periodistas que se evitaría la violencia “a cualquier costo”. Alegando que había “Grupos extremistas que tendrían armas en su poder”, la policía anunció que haría uso de sus armas de fuego. El jefe del III Cuerpo de Ejército, Gral. Sánchez Lahoz, arengó a sus tropas para aprovecharlas para una eventual intervención contra el pueblo, instándolas a mantenerse “firmes en busca del mundo tantas veces soñado de grandeza y felicidad”. Desde muy temprano, las fuerzas represivas se desplegaron, en la mañana del 29, en toda una amplia zona céntrica que rodeaba al local de la CGT con el visible propósito de impedir a cualquier precio que los obreros llegasen al centro de la ciudad., especialmente cerrarles el paso a los trabajadores de IKA, los tradicionalmente combativos.

A las 11, los obreros de las plantas de IKA-Renault, Grandes Motores Perkins, los empleados de las Empresas Eléctricas de la provincia (EPEC) y otros se encolumnaron hacia la ciudad. Por lo menos 3000 trabajadores componían la columna de IKA, que se desplazaba lentamente por Av. Velez Sárfield. Los estudiantes comenzaron a bajar desde el Barrio Clínicas para converger con los obreros. Ya a las 12, en el centro, el combate se había desatado. Los manifestantes se habían dividido en numerosos y nutridos grupos, con una gran operatividad y la policía resultaba incapaz de detenerlos. Se empezaron a levantar barricadas con automóviles, se lanzaban gran cantidad de bombas “molotov”. La policía se vió forzada a efectuar un repliegue, disparando sus armas. Aún no habían llegado los obreros de IKA, y aquella trataba de evitar a toda costa que los mismos pudieran unirse a los que ya estaban combatiendo en el centro. La columna de IKA-Renault choca violentamente con la policía. A las 13 horas, cerca de la Terminal de Omnibus, balean a mansalva a los obreros, cae asesinado Máximo Mena, obrero de Santa Isabel, la principal planta de IKA.

La policía se retira hacia lugares estratégicos a la vez que tira a matar, segando la visa de varias personas más. También a las 13, con el primer comunicado radial del II Cuerpo de Ejército, se inicia una acción psicológica de éste, amenazan con la entrada a la ciudad si los manifestantes no se retiran. Es inútil. Cincuenta manzanas del centro están en manos de los trabajadores y estudiantes y ya aparecen las primeras barricadas en los Barrios Clínicas y Alto Alberdi. Se incendian edificios de empresas extranjeras y de grandes capitalistas nativos como asimismo del ministerio de Obras Públicas. Se quema Xerox, que representa al capital norteamericano, la confitería Oriental, de la cual son “habitúes” los oligarcas cordobeses. Luego de asaltar el Banco del Interior la gente destruye y baila sobre los billetes dispersos. “Una mujer de la empresa Xerox se acercó a los incendiarios y les dijo: ¿Qué les hicimos nosotros?¿Por qué todo esto?”, el que parecía ser el líder contestó: “Usted particularmente nada, en conjunto todo”. (La Nación del 31-5-69).

Diez barrios de la ciudad están en estado de insurgencia, se combate y se discute, se multiplican las asambleas, en las que oradores de todas las tendencias, la mayoría de ellos estudiantes, exponen sus puntos de vista. Pero nadie sabe qué hacer en adelante cómo seguir, cuáles son los nuevos objetivos. En barrio Güemes, cientos de vecinos y estudiantes se reúnen en el Casino de suboficiales. Se habla de “esos” que viven del trabajo del pueblo, que se pasan las comilonas y las orgías mientras el barrio, muy pobre, pasa hambre, los epítetos se hacen cada vez en tono más subido. Media hora después de iniciada la conversación, espontáneamente, la gente asalta el Casino, rompe objetos de valor, se queda sólo con algunas botellas de vino, luego prende fuego a todo lo demás. No combaten los trabajadores y obreros solamente, gran parte de la pequeña burguesía aporta objetos de todo tipo para levantar barricadas, organizar la defensa de los barrios, etc.

El ¿qué hacer? Se va convirtiendo en un interrogante quemante. Los dirigentes sindicales, aún Tosco, se hallan en las sedes de sus gremios, hace rato que ya fueron sobrepasados. Lahoz llama por teléfono a Correa, secretario regional de Paseo Colón, y le pide que pare a la gente, éste le manifiesta, junto con la culpabilidad de la policía por todo lo que estaba ocurriendo, su imposibilidad de hacer algo. La gente comienza a tomar conciencia de que protagoniza un hecho que escapa de los marcos de una huelga. Luego de 4 horas de demostraciones incontenibles, que habían anulado la represión policial, las tropas emprendieron rumbo a la ciudad. Fue a las 17 y 15. La tropa no estaba dotada de balas auténticas sino de municiones de fogueo, los proyectiles estaban reservados para los oficiales, suboficiales y elementos profesionales.

Lo que aparece evidente es que el tipo de intervención expresó una táctica tendiente a intimar a la población, frenar y ahuyentar a los manifestantes, dejando como última alternativa al choque armado con el pueblo.
Al anochecer, el casco céntrico está ocupado por el Ejército, en los barrios Joffré y Talleres se han formado rápidamente barricadas para detener el avance militar. Son rudimentarias, en el Clínicas, el barrio de los estudiantes, cuya experiencia era mayor, debido a varias ocupaciones y combates callejeros que protagonizaban desde el 66, hay una defensa organizada. Al amanecer, en su avance para eliminar los últimos focos de resistencia, el
Ejército tropieza con las barricadas, con francotiradores aislados-cuyos disparos también se escucharon después de la víspera- y también con miles de personas que los insultaban en las esquinas, lejos de estar escondidos en sus casas. La noche del 30, todavía sigue la resistencia en el Clínicas. Muchos estudiantes disparan con hondas y armas de pequeño calibre. A las 22 horas, el Ejército culmina la ocupación. A la madrugada, el Consejo de Guerra dicta su primera condena: tres años de prisión contra Humberto Varela, Tosco y Torres están detenidos: fueron apresados en las sedes de sus gremios.

Mientras tanto se venía de cumplir en todo el país el paro declarado por la CGT de Azopardo, aunque con la deserción de Coria. Vandor felicita al pueblo por la unanimidad del paro. La Prensa dice: “Córdoba ha vivido ayer un día terrible, que pasará a la historia. El 17 de octubre de 1945 es pálida sombra de lo ocurrido ahora”, en su edición del 2-6-69 y 5 días después, profundizando el análisis decía : “Puede decirse que la Argentina no ha sufrido hasta ahora una afrenta subversiva tan honda”. El consenso, la “paz social”, la autoridad, el “participacionismo”, cayeron hechos añicos. Las explosiones de violencia popular se hicieron más frecuentes y abarcaron, desde entonces, salvo el Gran Buenos Aires , los más diversos puntos del país. “Desde el punto de vista político-escribía la revista Periscopio, junio 30 de 1970- el hecho primordial ha sido la aparición de una izquierda subversiva que ya lame los flancos del peronismo -un seguro del viejo régimen-  inflamando la imaginación popular”.

Carlos M. Echagüe, 1971

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