miércoles, 26 de junio de 2013

La economista y antropóloga social Natalia Quiroga Díaz disertó en Mar del Plata sobre Autonomía económica de las mujeres y se refirió a las brechas de desigualdad que atraviesan varones y mujeres en América Latina

En su visita a Mar del Plata para disertar en el seminario “Perspectiva de género y Rol profesional”, organizado por la Secretaría de Extensión de la Facultad de Ciencias de la Salud y el Colectivo de Mujeres Mumalá, la economista y doctora en antropología social, Natalia Quiroga Díaz dialogó con El Atlántico minutos antes de su exposición sobre “Autonomía económica de las mujeres”.

Con varias publicaciones, charlas e investigaciones en su haber, Quiroga Díaz explicó que su trabajo, basado puntualmente en la economía y el género, se inició en Colombia durante el proceso del Alca, cuando se formó un movimiento de resistencia de mujeres muy fuerte, planteando que “los tratados de libre comercio profundizaban una división sexual del trabajo, donde las mujeres quedaban adscriptas a los procesos más fabriles, más expuestas”. Contó que “ese modelo de violencia patriarcal, de división sexual del trabajo y de profundización del neoliberalismo se hace muy presente en Ciudad Juárez y en Colombia las mujeres empezaron a manifestarse porque no querían que la violencia neoliberal y patriarcal se asentara”. Fue así como mujeres indígenas, campesinas, de sectores populares y académicas comenzaron a trabajar sobre el libre comercio y el lugar de la mujer en esa propuesta económica. Por lo que fue necesario pensar otra sociedad desde otra economía, explicó Natalia, “pero cualquier propuesta tenía que pasar por pensar de otra manera el lugar que ocupamos en la economía. Entonces empecé a cruzar la economía social con la feminista y a preguntarme cómo se construye una economía social, donde no se naturalice un lugar muy subalterno para las mujeres”.

-¿Cómo se relaciona la economía feminista a la economía del cuidado?

-A mí me gusta pensar una economía feminista decolonia, y eso implica reconocer que la economía está estructurada por una división sexual del trabajo, donde las mujeres históricamente, en la relación entre patriarcado y capitalismo, hemos asumido el trabajo asociado al cuidado de otras personas, a las tareas domésticas, a todas las acciones que tienen que ver con que los seres humanos puedan constituirse en una fuerza de trabajo y eso no ha sido considerado trabajo ni tampoco reconocido como parte de la economía. Entonces la economía feminista critica fuertemente esa invisibilización de lo reproductivo. Además la economía neoclásica piensa que el lugar de desenvolvimiento de lo económico es el mercado y que todo lo que no pasa en el mercado no es parte de la economía, también es neutral al género, por eso para la economía feminista ha sido importante discutir esa visión. Se trata de mostrar que los comportamientos solidarios y de cuidado también son parte de la economía, de entender que la racionalidad de los sujetos en la economía no debe estar asociada a un ideal de lo masculino sino más bien entender cómo se constituye la economía en cada pueblo, en cada contexto y lugar.

-El trabajo doméstico no remunerado constituye una pieza fundamental de la economía feminista: ¿Considerás positiva la reciente implementación de la ley N°26844?

-Es complejo, por un lado lo positivo es que se visibilice una actividad que han realizado muchas mujeres históricamente y que hay un reconocimiento de la sociedad como trabajo. Lo negativo es que se naturaliza que las mujeres sean ciudadoras. En lo personal me gustaría que alcanzáramos una recomposición de los roles, desnaturalizar los roles y que los varones asuman la proporción del trabajo doméstico que les corresponde hacer y que no se vea como una tarea femenina, sino de toda la sociedad.

-En el libro Feminismo y Poscolonialidad hablás de la desigualdad en América Latina, ¿Cómo son las condiciones laborales actuales del varón y la mujer?

-América Latina sigue siendo el continente más desigual de todo el planeta, encontramos que se mantienen unas brechas de desigualdad muy grandes entre lo que gana un varón y una mujer, mostrando esa persistencia de la valoración diferente de los trabajos y por otro lado encontramos una erosión de las condiciones laborales.
Para las mujeres hay políticas de intervención en el ámbito de lo público de todo tipo y los varones están exentos de esa intervención. Entonces a las mujeres se nos ha pedido que ocupemos todos los espacios, estamos sobrecargadas y los varones están completamente exentos en la política pública de responsabilidades frente a lo reproductivo. Creo que el gran desafío de hoy consiste en repensar la masculinidad, pensar cómo construir una masculinidad que sea coherente con sociedades realmente más igualitarias.

-También decís que a la desigualdad por discriminación étnica se le presta poca atención ¿a qué se debe?

-Tenemos dificultad para reconocer que no solamente hay desigualdad entre los géneros sino que la herencia colonial nos ha dejado una jerarquización fundamentada en la etnia y en la raza. El BID dice que las personas consideradas no blancas ganan el 20 % menos que una persona blanca. Eso implica que un proceso de igualdad debe reconocer que el mundo de las mujeres es diverso y se sufren distintos tipos de patriarcado. Las mujeres indígenas y negras, en ese esquema patriarcal y capitalista, tienen los máximos niveles de vulnerabilidad al ser sujetas de la opresión, de la colonialidad y de la modernidad. Son consideradas por su color de piel seres atrasados pero a la vez por su condición de mujeres son también oprimidas. Creo que el reto para el feminismo es preguntarnos cuáles son esas diferentes visiones que hay sobre lo femenino y sobre la mujer. Por eso creo que el reto de la economía feminista es preguntarse cómo construimos una economía feminista más contextual, más localizada y sobretodo más enraizada en la historia latinoamericana.

Por Vanina Nielsen

No hay comentarios:

Publicar un comentario