sábado, 14 de septiembre de 2013

Desidia municipal: Vecinos olvidados.

En algunos barrios los residentes de Mar del Plata deben caminar hasta 30 cuadras para tomarse el colectivo. Se asegura que la frecuencia en muchas zonas es “escasa” e “insuficiente” y los fomentistas reconocen: “estamos lejos y contar con un servicio es un milagro”.


En tiempos en los que la inclusión constituye un derecho, para muchos barrios de Mar del Plata continúa siendo un beneficio del que aún no gozan. En pleno siglo XXI, acceder a un colectivo en algunos puntos periféricos de la ciudad conlleva una verdadera odisea. La problemática se repite en varias zonas y se acentúa en el extremo norte y suroeste, donde el transporte público de pasajeros no ingresa al barrio y presenta una frecuencia “escasa” e “insuficiente”. Jóvenes y adultos sufren serias dificultades tanto para asistir a clases como para ir a trabajar. Frente a la “desidia” del Municipio en materia de transporte, la solidaridad entre los propios vecinos es la respuesta a la que debieron acostumbrarse desde hace varios años.

El exponencial crecimiento demográfico del partido de General Pueyrredon a lo largo de las últimas décadas no fue acompañado por el necesario incremento de las frecuencias y la ampliación de recorridos.

Así, cientos de estudiantes y trabajadores de la ciudad deben caminar a diario hasta 30 cuadras para tomar el colectivo. En otros casos, el servicio pasa cada 35 o 60 minutos, mientras que en algunos barrios el último colectivo llega minutos después de las 21, lo que dificulta el normal regreso a casa de cientos de trabajadores. Naturalmente la odisea se torna aún más complicada cuando el frío y la lluvia se hacen sentir.

Quebradas de Peralta Ramos se encuentra al sudoeste de la ciudad, justo detrás de Rumencó, y su acceso principal se ubica sobre la avenida Edison, aunque hay que recorrer unos 1.200 metros hacia el oeste para encontrar las primeras viviendas. Para muchos es parte de la periferia de la ciudad. Pero para quienes allí residen es su hogar, su barrio, su lugar en el mundo.

Los casi 50 niños en edad escolar que viven en el barrio deben caminar unas 30 cuadras para tomar el 511 o 18 cuadras para llegar a la parada del 501. Lo mismo ocurre con los trabajadores de las casi 40 familias que allí residen.

Pablo Álvarez, vecinalista de la zona, reconoció que “la inclusión es una palabra que acá no conocemos” y señaló que el centro de salud más cercano se encuentra a 7 kilómetros.

El barrio reclama desde hace más de cinco años que el colectivo ingrese. Sin embargo, las promesas “de palabra” jamás se concretaron. “Estamos lejos y parece que tener un servicio es casi un milagro, una bendición”, advirtió el fomentista.

Los vecinos de la zona se niegan a acostumbrarse a vivir bajo esta situación, que también se repite en Santa Rosa, Nuevo Golf y el Monte Terrabusi, donde cientos de familias también sufren a diario la falta de un colectivo a menos de 15 cuadras de sus hogares.

Muchas de las líneas que conectan a la ciudad con algunos de estos barrios periféricos cortan su frecuencia pasadas las 21 y pasan durante el día cada 35 o 60 minutos. Aseguran que aquellos que regresan a casa fuera de esa hora, tienen que “rebuscárselas” para llegar a su hogar.

La distancia, incluso, llevó a varios chicos de la zona a perder la constancia de asistencia a clases y hoy se ven obligados a rendir libres sus materias para completar el ciclo.

La historia se repite en el extremo norte de la ciudad. En Belisario Roldán, por ejemplo, donde si bien 4 líneas de colectivo ingresan al barrio, algunas cortan su frecuencia cerca de las 22 debido a la inseguridad que reina por las noches en este y otros puntos de Mar del Plata.

María Cristina Flores, vecinalista de la zona, se refirió a la “escasa” frecuencia que presenta, entre otras, la línea 563 B, que conecta a este barrio situado detrás del Hospital Interzonal con el Puerto (área en la que trabaja una importante cantidad de residentes del lugar) y otros puntos intermedios.

“En la semana pasa cada media hora y los fines de semana, cuando quiere”, indicó la vecina, quien si bien advirtió que otras tres líneas ingresan al barrio, el 563 B es el colectivo del que dependen varias familias para ir a trabajar o a estudiar.

Bajo el sol o bien durante los meses más fríos del año, niños y adultos de distintos barrios deben transitar largas cuadras hasta encontrar un colectivo que los lleve diariamente a clases o a sus lugares de trabajo. Perderlo, derivaría en una sanción en cualquiera de los dos casos. La inclusión, sin dudas, continúa siendo un beneficio del que muchos no gozan.

Solidaridad, la respuesta ante las soluciones que no llegan

El paso de los años y la falta de respuestas en materia de transporte llevó a muchos vecinos a organizarse y a hacer de la solidaridad, una herramienta para hacerte frente a la desidia.

En algunos barrios del sur como Faro Norte, Alfar, San Jacinto, San Patricio y Serena, entre otros, una situación se repite a diario: vecinos que cuentan con vehículo propio se acercan a las paradas de colectivo para trasladar a quienes descienden del transporte público hasta sus hogares, debido al riesgo que conlleva atravesar largas cuadras a solas hasta llegar a casa.

Lo mismo ocurre en Quebradas de Peralta Ramos, donde el propio expresidente de la sociedad de fomento pone a disposición su vehículo para acercar a jóvenes y adultos desde la parada del colectivo hasta el barrio y viceversa.

Los residentes de algunos de estos barrios reconocen que ante el “abandono”, terminan -sin querer- “acostumbrándose”, pero no pierden de vista que tiempos de inclusión, el transporte público aún no llega al barrio o bien lo hace con una frecuencia que va a destiempo sus necesidades y obligaciones.

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