domingo, 20 de octubre de 2013

Presas de una misma realidad.

En el cierre de los talleres “Presas de una misma realidad”, que se desarrollaron en la unidad penal Nº 50, desde Mumalá celebraron el ámbito creado para la participación y promoción de sus derechos.


Concluyó un ciclo, pero se abrieron numerosos debates. Días atrás se realizó el cierre de los talleres de género “Presas de una misma realidad”, que durante todo el año se desarrollaron en la Unidad Penal Nº 50 de Batán.

Organizados por el Colectivo de Mujeres Mumalá, los encuentros permitieron promover los derechos de las mujeres privadas de libertad, a través del debate y el cuestionamiento de su situación actual como mujeres.

Del intercambio de experiencias participaron también integrantes de la Universidad Nacional de Mar del Plata, mujeres de diversos ámbitos y de la unidad penitenciaria.
“Luego de numerosos talleres barriales con mujeres, con adolescentes, con niños y niñas, decidimos presentar un proyecto para realizar talleres en la Unidad Penal N° 50”, señaló Yanina Cobos, de Mumalá.

En el medio hubo meses de planificación, capacitación y conocimiento de esa realidad, hubo reuniones con autoridades del penal y con grupos que habían trabajado en ese penal; también una fluida comunicación con las integrantes de Mumalá de Rosario, de Salta, de Mendoza y de Capital Federal que ya tenían experiencia previa en los penales.

CADA HISTORIA, UNA HISTORIA

Dentro de la unidad penitenciaria encontraron mujeres de entre 19 y 65 años del conurbano bonaerense en su mayoría y algunas de Mar del Plata. “Todas ellas compartieron las propuestas que desde la educación popular construíamos juntas”, apuntó Cobos. Entre las temáticas planteadas, una de las más sentidas fue la violencia de género: “La mayoría había sufrido casos de violencia por parte de sus parejas o ex parejas”, recordó Noelia Barbas, referente del proyecto.

La salida laboral luego de estar privadas de la libertad, la maternidad, los derechos vulnerados dentro del penal como la falta de una alimentación saludable, la falta de atención médica, la imposibilidad de las mujeres de acceder a las visitas íntimas -inclusive con sus parejas-, la falta de oportunidades de estudio y de trabajo en el penal, fueron los ejes principales de los talleres desarrollados durante el año.

“Nos contaron que a diferencia de los varones cuando están presos, las mujeres tienen muchas menos visitas, están más abandonadas por la mayoría de sus familias”, reparó Cobos. Y Barbassumó: “El estar lejos de sus hogares hace que les resulte muy difícil que sus madres, hermanos o hijas -que en la mayoría de los casos son quienes cuidan de sus niños o niñas-, puedan viajar. Pasan mucho tiempo sin verlos y sin estar con ellos”.

“Y en otras ocasiones, hay un abandono en forma de castigo, porque suponen que la mujer ‘descuidó’ a sus hijos y a su familia, a su rol como ama de casa, como esposa”, sostuvo Barbas.

“Esa condena moral que pesa sobre las mujeres, suele ser mucho más fuerte que la condena legal inclusive. La culpa, por haber cometido un delito siendo madres, esposas y mujeres para muchas es imperdonable, y algunas conciben a la cárcel como un castigo merecido, jugando aquí cruelmente los mandatos instalados sobre las subjetividades femeninas”, cuestionó Cobos.

UN ESPACIO DE LIBERTAD

El equipo de “Presas de una misma realidad” estuvo integrado por las Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumalá) y estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Salud y Servicio Social de la Universidad. “Esta experiencia marcó en nuestras vidas un antes y un después”, coincidieron.

“La primera vez que entramos al penal sentimos una sensación de vacío y angustia mientras las rejas atrás nuestro se cerraban y nos adentrábamos en una realidad hasta entonces desconocida. Todas esas sensaciones hostiles que nos produjo el ambiente, enseguida las olvidamos cuando comenzaron a entrar de a grupos las mujeres que allí se encontraban con una gran sonrisa y buen humor”, recordóBarbas.

“El taller nos daba a todas un espacio de libertad. Como mujeres aprendimos con ellas a superar algunas de las trabas que impone el sistema carcelario, a fortalecer nuestro compañerismo”, añadió.

En la misma tarde del cierre de los talleres se terminó el mural colectivo, donde quedó inscripta la consigna “Nuestra venganza es ser felices”. No fue elegida al azar: “Creemos que esa frase resume esta experiencia, porque la venganza estuvo en cada risa, en cada abrazo, en cada injusticia dicha en voz alta, en cada momento en el que un espacio de libertad se creaba dentro de cuatro paredes”.

Y por último señaló: “Esperamos que ese espacio que hemos parido todas juntas, sólo sea el principio de un camino hacia aquel lugar tan deseado: la libertad”. Se cerró un ciclo, pero se abrieron numerosos debates y esperanzas. El objetivo estuvo cumplido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario